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Ciencia

¿Por qué ofrecer disculpas es una decisión tan complicada?

Conoce los tres factores claves que nos impiden, en muchas ocasiones, expresar nuestro arrepentimiento hacia los demás, según psicóloga española.

Psicológicamente, son varios los motivos por los que cuesta asumir la plena responsabilidad de las consecuencias de los actos y disculparse. Foto: Depositphotos
Psicológicamente, son varios los motivos por los que cuesta asumir la plena responsabilidad de las consecuencias de los actos y disculparse. Foto: Depositphotos

“A veces decir ‘lo siento’ parece lo más difícil de pronunciar (…). Pedir disculpas cuesta y por eso, llegado el caso, intentamos poner en marcha toda clase de estrategias con tal de evitarlo”, manifiesta la doctora Inés Serrano Fernández, profesora de Psicología en la Universidad CEU San Pablo (España), sobre una de las acciones más delicadas del ser humano tras un conflicto.

Precisamente, dicha evasión se gesta al intentar colocar una broma por encima del hecho, poner excusas, quitar importancia a algo que para los demás tomaría mayor relevancia o simplemente hacer caso omiso.

De acuerdo con Serrano Fernández, quien publicó un artículo al respecto en el portal The Conversation, existen tres factores por los cuales nos cuesta asumir responsabilidades:

El primer factor es un encadenamiento de emociones. Cuando se reconoce un comportamiento que hirió a alguien podemos pensar que la otra persona proyectará imágenes de baja autoestima en nosotros. Y esto se alinea a la culpa, si hay una “valoración negativa” referida al comportamiento que se mostró. Posteriormente, la vergüenza se apodera de uno. De forma inconsciente, esto influye en nuestra decisión de ofrecer disculpas, por lo que no se llega a buen puerto.

Según la psicóloga Serrano Fernández, pedir perdón hace que la imagen de uno mismo sea cuestionada. Foto: difusión

Según la psicóloga Serrano Fernández, pedir perdón hace que la imagen de uno mismo sea cuestionada. Foto: difusión

La segunda razón en psicología implica la pérdida de poder. En palabras de la psicóloga de la Universidad CEU San Pablo, se compara el pedir perdón con agachar la cabeza. “Sería una cuestión de orgullo, que es también una emoción autoconsciente junto con la culpa y la vergüenza. En el caso del orgullo que impide hacerse cargo del dolor producido al otro habría un excesivo apego a una imagen sobrevalorada de uno mismo”, explica.

El tercer motivo recae en el intercambio, es decir, que la otra persona nos pida una compensación, el equilibrio de la balanza. Aunque esto no suele suceder: “La mayoría de las veces busca comprensión de su dolor, percibir arrepentimiento sincero y buenos propósitos”.

Para la especialista, sin embargo, muchas veces debe incluirse un cuarto factor: el nivel de narcicismo, el sentido desmesurado de la admiración hacia uno mismo.

”Aquellos cuyo nivel de narcisismo sea más bajo tenderán más a la culpa. Por el contrario, los que tienen niveles mayores, tenderán a la vergüenza/orgullo, que son en realidad dos caras de una misma moneda”, subraya.

Inés Serrano concluye que hay que mantenernos al mismo nivel de los otros individuos, sin polarizar las emociones ni atribuirnos culpa total de una ruptura interpersonal. Para ella, la conexión empática logrará mantener relaciones saludables.

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