La pandemia del coronavirus hizo que muchas mujeres empiecen a recorrer la ciudad en bicicleta. Si bien el objetivo inicial era evitar el contagio, en el camino este vehículo de dos ruedas les dejó algo más valioso: libertad. Sin embargo, ¿cómo esta herramienta las ayuda a ejercer un derecho que en el Perú se castiga con violencia machista?
Antes de que la crisis sanitaria llegara al país, el 3% de limeños la usaba regularmente como medio de transporte, según el “Estudio sobre el uso de la bicicleta en Lima”, que presentó en mayo de este año la comuna capitalina. Tras el fin de la cuarentena, la construcción de ciclovías y la no circulación de autos durante los domingos, muchas ciudadanas optaron por emplear este vehículo para pasear y trasladarse a sus centros de trabajo.
Ello, a pesar de las brechas salariales que las deja con menos ingresos que sus pares y por lo tanto con menos posibilidades de adquirir una. Un informe técnico que el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) elaboró entre julio de 2019 y junio 2020 reveló que las mujeres ganan en promedio 486.20 menos que ellos.
Por eso, no sorprende que, de todos los encuestados que tienen una bicicleta, el 88% sean hombres y el resto mujeres.
Sonia, de 49 años, no se arrepiente de haber invertido sus pocos ingresos para darle mantenimiento a la bicicleta que tenía guardada en casa desde 2001. Empezó a usarla para vender productos de belleza cuando se levantó la cuarentena.
En enero de este año, ella decidió separarse de su esposo. Así, rompió la dependencia económica a la que estuvo sometida durante cerca de 29 años, tiempo en que laboró gratis como ama de casa.
“Antes, mi expareja me trasladaba en su carro. Pero esa posibilidad ya no está. Tenía que empezar a valerme por mí misma. Cogí la bicicleta y empecé a hacer mis cosas yo sola”, contó.
La mandó a reparar luego de que se sumó a un grupo de ciclistas de su barrio. El requisito para pasear con ellos era tener todos los implementos necesarios para hacer un uso responsable de la bicicleta.
“Primero, le puse cambios porque hacíamos subidas y me costaba mucho. Después, le modifiqué el asiento, los pedales, el mango. Le puse luces y lo pinté. (...) Voy a seguir usándola cuando todo esto termine porque me gusta pedalear y evado el tráfico. Mientras otros se quedan atorados, yo paso rápido. Además, no uso combustible y no contamino”, agregó.
Sin embargo, aún siente un poco de esa inseguridad causada por el acoso callejero. Después de que se sumó al grupo de WhatsApp, fue testigo de cómo varios hombres hostigaban a sus compañeras.
“Comenzaron a acercarse e insistir a cada una para que salgamos con ellos. Una de las chicas se quejó y el hombre la insultó. Lo sacaron del grupo porque el acoso era por WhatsApp y en persona”, señaló.
El uso de la bicicleta no desaparece este tipo de violencia contra la mujer. La solución para erradicarla continúa en manos de los hombres.
Sonia empezó a usar la bicicleta para trabajar después de que se levantó la cuarentena. Foto: Cortesía.
Sandra Cerna, miembro de Cicloaxión, precisó que este vehículo favorece a las ciudadanas porque ya no tienen que caminar ni subir a buses repletos, donde es más probable que las toquen o acosen. Sin embargo, a la vez, genera que se usen otros espacios, como las redes sociales, en las que el hostigamiento sexual y los comentarios obscenos continúan.
“Las mujeres suben fotos con sus bicis a los grupos de Facebook y no porque se trate de un grupo ciclista el machismo va a desaparecer. Eso siempre lo he visto. Incluso antes de la pandemia”, afirmó.
Kattia Vela, de 26 años, volvió a montar bicicleta para dirigirse a su nuevo trabajo después de que se quedó desempleada por la crisis económica que causó la pandemia. Así, empezó a ahorrar el dinero de los pasajes.
“Siento que me ha dado más independencia porque me puedo movilizar yo sola y más rápido, pero la seguridad no está tan presente. La primera experiencia fea que tuve fue cuando tenía que subir el puente Santa Rosa. Yo lo subo con la bicicleta al lado para no cansarme tanto. Como estaba parada, no sé cómo veo de reojo que, desde un carro bien pegado a la parte de la ciclovía, un hombre estaba sacando la mano para tocarme el trasero. Yo me tiré para un costado y casi me caí porque me asusté. Me paré a un costado y lo insulté”, recordó.
En el grupo de Facebook de ciclistas al que pertenece, también observó que hombres subían fotos del cuerpo de las ciclistas.
“A veces manejamos en un ángulo de 90 grados perfecto porque así agarramos más velocidad y no nos cansamos tanto. Eso te permite ir por inercia y descansar. Cuando los hombres lo hacen no pasa nada, pero cuando las ciclistas lo hacemos toman fotos de nuestras piernas o nuestros traseros y las suben a las redes y si una ciclista usa short es una invitación para que los hombres les toquen las piernas. Son los mismos ciclistas que utilizan bici para hacer maniobras que pasan con velocidad y meten la mano. Como ellos tienen más velocidad, se van y nada pasa”, confirmó.
Foto: Carlos Contreras / La República.
Ana Belén reactivó su cuenta de Instagram “Biciofeminista” cuando se terminó la cuarentena. Quería informar a las mujeres sobre el uso de la bicicleta y así hacer frente a los grupos de Facebook donde las acosan.
“Yo montaba bici, pero no lo hacía diariamente. Cuando empiezo a usarla diariamente me doy cuenta de todas estas cosas y más aún cuando entro a grupos de ciclistas. Es muy notorio e indignante. Esto ha llevado a que entre nosotras mismas se haga un grupo cerrado aparte y sentimos que es mucho más seguro”, mencionó.
Su intención además era mostrar que la bicicleta las ayudaba a dejar de cumplir el rol femenino impuesto por una sociedad machista como la peruana.
“La bici ha estado presente en el movimiento sufragista y rompió bastante con muchos esquemas en ese momento. Ahora, también podemos lograr desde este ejercicio que se fomenten prácticas con enfoque de género. Por ejemplo, prácticas sororas con compañeras ciclistas. A nosotras nos han enseñado mucho a competir. Con la bici, aprendemos a cuidarnos en el espacio público desde acciones muy simples como compartir una ruta o enseñar sobre mecánica básica porque los mecánicos suelen ser hombres”, precisó.
Foto: Carlos Contreras / La República.
Ciclistas la invitaron a unirse al grupo de Facebook “Peruanas Cleteras”, en el que se ha empezado a tejer una red de contactos a raíz de que más mujeres se animaron a usar la bicicleta después de permanecer encerradas.
“La pandemia ha dado pie a que se empiecen estas redes de contactos, mujeres ciclistas, mujeres que tienen emprendimientos de accesorios de bici, mecánicas, personas que manejan redes como yo o algunos otros colectivos”, comentó.
Para Ana Belén, el acoso callejero no solo se encara de esta forma, sino también educando a los hombres ciclistas.
La activista estadounidense Elly Blue aseguró en su libro Bikenomics que se puede deducir que una ciudad es segura siempre que se vean mujeres ciclistas en las calles, pues ellas suelen usar esta herramienta para hacer las compras o llevar a sus hijos a las escuelas, lo que obliga a los demás a ser más cuidadosos en las ciclovías.
“Ellas usan la bici para hacer las compras y otras labores domésticas que siempre se les impone a las mujeres. Por eso, los viajes que hacen son distintos y se necesitan ciertas condiciones diferentes como que manejen con menos velocidad”, explicó Sandra de Cicloaxión.
Ellas ayudan a brindar seguridad, pero ¿quién les garantiza lo mismo en una ciudad donde, del total de ciclistas, el 4% son hombres y el 2% mujeres (Estudio sobre el uso de la bicicleta en Lima, CPI y Municipalidad de Lima)?
“Se ve mucho en colectivos de ciclistas que las voces principales y los líderes son hombres. Las experiencias, quieras o no, son distintas. Entonces, ellos deben darse cuenta, deben dejar de pensar que la experiencia de ciclista hombre que tienen no es la misma para nosotras. Hay que escucharlas”, dijo.
Foto: Estudio Municipalidad de Lima.