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Daniella Saettone: Debemos promover una mejor capacidad de empatía en la sociedad

Cantautora y psicóloga, Daniella Saettone cuestiona la gestión de la salud mental en el país y la idealización del autocontrol. Además, con el disco Una vez me volví loca busca desestigmatizar la depresión.

larepublica.pe
Daniella Saettone, psicóloga, cantante y compositora peruana. Foto: Andrés Alfaro

Daniella Saettone, cantautora y psicóloga, a través de las canciones de su segundo disco Una vez me volví loca cuestiona la salud mental en el país y la idealización del autocontrol. Utiliza el término “loca” para describir a alguien que ha perdido el juicio, la razón, y no para hablar de una patología.

Iniciaste como cantante con Fuera del resto...

Me empecé a parar en el escenario desde los 18 años. Hay gente que me ve y me dice: “Wow, yo he crecido contigo”. Claro, han pasado casi 20 años. Yo también sigo creciendo. (...) Ya era miss a los 20 años, y de pronto, de la nada, empieza a sonar una canción en la radio, que los chicos no entendían ni yo tampoco. Era una canción que yo había compuesto (“Dime cuántas veces”). No tiene nada que ver con la música que yo escucho, ni con la música que ahora compongo, creo. La compuse a los 13 años y, la verdad, no me encanta y tampoco me trae muy buenos recuerdos. Fue —lo voy a decir esta vez con todas sus letras— consecuencia de un bullying nefasto de un muchacho cuando yo tenía 13 años. Una ley del hielo terrible de un montón de gente. Y yo siempre del dolor he hecho música. Y por eso he hecho todos los discos que he hecho. Los psicoanalistas lo llaman “sublimar”. Otros psicólogos lo llaman resiliencia —en realidad, es una palabra que deberíamos usar en el ‘vocabulario normal’—, que es la capacidad de convertir la adversidad en algo positivo. Es resiliencia. La música es resiliencia.

¿Cómo nace la producción Una vez me volví loca?

Surge, primero, como un intento deliberado de desestigmatizarme yo misma. Parece fuerte el título, pero pasé por una depresión. (...) Había highlights. Lo he conversado con un grupo de personas que llega a los 30 años, los que no tienen la clásica vida de casarse, tener hijos. De repente los que priorizamos un poco el estudio, el arte, otras cosas. Llegó un punto en el que dices: ¿Qué tan bien estoy haciendo las cosas? Tengo 30, 28 años. Y todos están casados, yo estoy sola. He entrado y salido de la casa de mi mamá mil veces. Me he mudado de país mil veces, me he separado dos. He convivido. O sea, ¿qué tan bien estoy haciendo las cosas si ya estoy en un tercio de mi vida? (...) Le comenté a un psiquiatra lo que había vivido los diez últimos años, y él me dijo: “Daniela, hubieras estado loca de no volverte ‘loca’”. Estaba viviendo la realidad y me tenía que salir, salirme de control, porque eso ya no era sostenible y a veces uno tiene que salirse de control para volver a emerger.

Acudir al psicólogo es un tabú. Y es carísimo. (...) Y toda la vida se han hablado de manicomios, se han hablado de los locos y de “Pobre de ti, si no, te encierro en el manicomio”. Como si el centro de salud mental fuera un lugar para castigar y no para rehabilitar. (...) De todo esto es que salen mis ganas de hacer este disco. Cada uno puede interpretar como quiera las letras. Mi idea es que la gente se sienta acompañada. Hablo desde el insomnio hasta las ganas de no vivir. Hasta temas de la imagen corporal.

¿Cuáles son las canciones más personales?

Hay dos temas que yo dedico con bastante amor. (Rosario y Nana) Son las dos personas que me han salvado la vida. Han cuidado de mí en mis peores momentos.

Mi mamá tocaba música de Chabuca y componía en ese estilo, cuando era jovencita. Y lo dejó todo cuando nos tuvo. Tiene 74 años, creo. Y recién ha cogido la guitarra una vez el año pasado que le rogamos que la tocara. Mi mamá es una mujer estoica. Muy fuerte, realmente. Mi mamá me ha cuidado y me ha bancado muchísimas cosas. Y la otra es mi nana, que es mi otra mamá.

De repente no tuve un papá muy presente, pero tuve dos mamás. Dos mamás muy fuertes. Además hasta algunas cosas se me salen en quechua, porque ella es de Puquio, de Ayacucho. Y la canción habla un poco de eso, de su historia, de cómo viene, entonces, es un poco triste, un poco fuerte, que pasaba en esas épocas. (...) Cuenta un poco el trayecto, cómo llega a mi vida y lo que significa para mí que haya llegado a mi vida. Para mí, son dos mínimos homenajes a estas personas. Que me han contenido, abrazado y lo siguen haciendo.

El disco lo produjo Alejandro Rivas, de Alejandro y Maria Laura. Y yo le iba contando por dónde iban las cosas, vomitando mis canciones y, (así) he ido construyendo poco a poco el concepto.

Dentro del disco están “Deshecha” e “Inquebrantable”...

Uno de los grandes fracasos fue una separación. Y yo escribí un poema que era “No vengas a casa”. La casa era mi interior. O sea, no vengas a mí. Y explicaba así, como diciéndole a un tercero, que no venga a mí. Que yo no estaba completa. Mi despensa —mi interior— estaba vacía. No está amoblada, estoy hecha un desastre, estoy despeinada. La cama está destendida. Hablaba de mi casa interna, de mi mundo interno. Y era un poema. Alejandro vio la letra y dijo: “Manya, qué paja y a la sesión siguiente —estábamos trabajando los arreglos—; “Te tenemos una sorpresa!”. Y viene Maria Laura: “Hola, Dani, te tenemos una sorpresa. A ver si te gusta”. Y me cantan un poco cómo habían avanzado la canción. Y me habían cambiado un poquito la letra. Por ejemplo, yo soy muy de narrar. Ellos son muy de poner imágenes. Yo narro y pongo imágenes, pero me muero si no conecto. Yo soy más literaria, ellos son más cinéfilos. Son unos capos en transmitir una historia. La canción es pajísima. Y la rockearon, cosa que a mí me cuesta un montón. Yo puedo componer medio bossa, a veces, puedo componer balada, pop. Al principio me puse “Grrr”, porque es mi hija, por qué me la han despeinado. Pero si está paja, ya pues, queda. Yo no sé cocinar, literal era mío. Porque en verdad yo no sé cocinar y en verdad fue uno de los motivos de ruptura.

Hay una canción mía que habla de cuánto tiempo he odiado mi cumpleaños, que se llama “Inquebrantable”, que habla del bajón que me da, de cuánto odio a ese “esperma ganador” porque ese esperma llegó a ese óvulo. (...) Me imagino a Spinetta escribiendo una cosa así, bien poco estética. Spinetta hacía lo que le daba la gana con las palabras. Bien narcisa yo de compararme con él. Mi libro de cabecera es su biografía. Yo me río de la tristeza, pero es una tristeza feliz. Es raro. Y se siente en mi voz. Mi voz es lo que es la melancolía. Claro, en términos psicológicos la melancolía es la depresión, pero no. Yo no soy una depresiva constante, para nada. Pero, se siente eso desde mi voz, desde cuando canto, desde las canciones que compongo. Pero siempre hay un hálito de esperanza. Por eso termino con una canción que habla de esperanza (...). Vivir ‘high’ todo el tiempo es un poco agotador, hasta peligroso. Es normal tener fluctuaciones siempre y cuando no sean picos.

Durante muchos años de mi vida yo sentí que era una chica que brillaba, que sonreía, de la que mucha gente quería ser “amiga de”. Y que después nada de eso pasó. Y que después me apagué, y que haya pedido mis destellos y mi capacidad para brillar. Eso dice la letra. Y que solo tengo pastillas para dormir y, de hecho, me pasaba de vuelta con insomnios terribles. A todos nos puede pasar, son momentos de la vida, son reacciones del cuerpo y de la mente.

¿Cómo compusiste la canción que le da nombre al disco?

Es una canción muy fuerte. Fue un poema que se me salió en una clase de psicoanálisis, en el 2017. (...) Y dije, “me estoy volviendo loca, tengo que salir” y empecé: “Una vez me volví loca, de aquellas de manicomio”. Era metafórico y también literal. Es como uno se puede sentir en un lugar de salud mental público en un país como este. Y por otro lado, también uso, a propósito, palabras toscas como loco y manicomio porque no se deben usar.

La palabra ‘loca’ se usa para descalificar...

Es un micromachismo. También es una crítica a eso. Siempre se habla de que las mujeres estamos histéricas. Hyster, el prefijo es de mujer. Lo mismo con loca, las locas somos las mujeres. Es una manera de denigrar, de minimizar a la mujer. Está muy normalizado. El cerebro cambia dependiendo de las experiencias y eso implica que las estructuras cerebrales de una mujer no necesariamente tiene que ser como se dice que son y no necesariamente tiene que tener una conducta estereotipada.

¿A qué llamas locura?

¿Qué es la locura? Para algunos es negativa, para otros no. Lo que yo explicaba en el videito era que en algunos contextos la locura es algo positivo. Es la capacidad de soltar, de dejar ser, de quitarse la corbata, de ser transparente, de dejarse de manierismos, de salirse de la curva de la normalidad, porque los que están en la curva de la normalidad son todos los que hacen todo igualito. Seguir la norma no siempre es correcto. Yo creo que está bien si utilizas el término loca para hablar de algo fuera de lo normal, pero no para hablar de personas con alguna condición porque eso sí es peyorativo. Hay que tener mucho cuidado con eso. Y hablar de: “Oye, una vez me volví loca, hice locuras. Oye, una vez me salí de mi esquema”, está bien.

¿Cómo influye la música en tu trabajo de psicóloga y viceversa?

Es un tema que cuando era más joven me perturbaba un poco. Pensaba que iba a ser complicado, pero no lo es. Porque no es que yo sea una figura muy pública, creo que soy medio perfil bajo. Si fuera la cantante con la canción más escuchada en Spotify y con fans que quieren saber todo de mí y me persiguen, de repente sería un problema, pero no es el tipo de cantante o de cantautora que soy. (...) Siempre he sido más cercana, más íntima.

Desde otro punto de vista, la psicología me ha organizado la cabeza. (...) Yo tengo una sensibilidad muy fuerte y la psicología me enseñó a utilizar esa sensibilidad. Que esa sensibilidad sea mi herramienta y no al revés. La psicología me mantiene sin desbordarme, me contiene. Y el hecho de tener un cerebro musical me ayuda a pensar en diferentes maneras de darle un lenguaje a las personas para entenderse mejor. (...) La música sirve para todo, en realidad, no solo es catártica. También te ordena, también te da disciplina y es un lenguaje más.

Todos me decían: “¿Por qué no te dedicaste completamente a la música?”. Porque no me llenaba solamente la música. Me encanta componer, es lo primero que hice desde niña. Cantar e inventarme historias con música. Pero de chiquita yo decía quiero ser doctora y rockera. Y me refería a esto, en realidad. Yo muestro mi Instagram desde lo que siento que soy. Una persona que canta, cuenta y compone y es psicóloga. No me puedo definir exactamente. Me es muy difícil decir “soy música”. Lo único que puedo decirte —porque tengo un título que me lo dice— es que soy psicóloga clínica, porque tengo un máster en terapia de familia y pareja. Porque yo uso la música para otra cosa. Para mí la música es mi lenguaje pero no mi fuente de alimento. No es mi oficio. Es esta relación personal la que tengo con mi música.

¿Qué mensaje quieres hacer oír?

No estigmatizar los temas relacionados a la salud mental. A quien va a un psicólogo o a un psiquiatra. Eso y ponernos a pensar cómo podríamos hacer para que se de una mejor capacidad de empatía en la sociedad. Esto que estamos viendo todos los días (...) también tiene que ver con gente que no piensa en otra gente.

El mundo está cada vez más despersonalizado, menos empático. La salud mental se ve hasta en el tema del coronavirus. Cuánta gente supo que estuvo expuesta y no lo dijo. Por eso es que se ha propagado. Hay gran dificultad para pensar en el otro. Y eso es lo que tenemos que promover: pensar en los demás.

*Nota: la entrevista fue realizada a inicios de este año.