Ministro de Cultura. Sociólogo por la PUCP. Es doctor en ciencias sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). Fue representante del Perú ante la Unesco. Militó en el Partido Comunista Revolucionario-Trinchera Roja.,Sociólogo de profesión, Jorge Nieto Montesinos se forjó en política como militante del Partido Comunista Revolucionario - Trinchera Roja, enfrentando a la dictadura militar. Cuatro décadas después ha sido una de las sorpresas del gobierno de Pedro Pablo Kuczynski al asumir el ministerio de Cultura. Pero Nieto también ha sido director de la Unidad para la Cultura Democrática y la Gobernabilidad de la Unesco, cargo que le otorgó enorme experiencia... y el grato placer de haber estado alguna vez sentado junto a la bellísima Catherine Deneuve, hombro con hombro, en una cena. PUEDES LEER: Renunciante director de la Biblioteca Nacional cuestiona transparencia en Ministerio de Cultura | VIDEO Si tuviera que jerarquizar las prioridades de su gestión, ¿qué estaría en primer lugar? El mandato que tengo por parte del Presidente, y lo hizo público en su discurso del 28 de julio, es clarísimo: abatir toda forma de discriminación, especialmente aquella de origen étnico cultural, objetivo que atraviesa el conjunto del trabajo del ministerio. Por supuesto, cuando se afirma esto, inmediatamente se piensa en medidas punitivas... Medidas que ya existen… Claro. Pero hay otra manera de colocar el tema que tiene que ver con un aspecto celebratorio de lo que somos. El Perú tiene que ser consciente de que es un país milenario y, además, cuna de civilización. En el mundo son ocho o nueve países que pueden decir eso. ¿Y por qué esto ha estado oculto tanto tiempo? Por una mirada de prejuicio étnico racial. Desde la mirada de las élites blancas asentadas en Lima… Está habiendo cambios enormes. El Perú no es el Perú de 1950. Hay rezagos de una cultura tradicional, oligárquica, pero la multitud migrante que, de los 40 en adelante, repobló nuestras ciudades, reconquistó un espacio e hizo florecer el arenal, ha terminado redefiniendo la idea misma de la nación. Pero, en lo cultural, todavía hay esta visión de cultura de élites versus cultura popular, ¿no? En estos meses he tratado de llamar la atención, por ejemplo, sobre nuestras fiestas patronales. Todo el Perú tiene una y no son solo alrededor de una efigie o creencia, sino que juegan con todas las manifestaciones de la cultura y la vida: el baile, el vestido, la música, la alegría y el sexo incluso. Y sí, en efecto, hay todavía una distancia entre la cultura de la élite y la cultura popular, pero creo que cada vez más esa distancia está siendo acortada y finalmente va a ser traspasada. De algún modo lateral, la premiación con el Nobel a (Bob) Dylan nos habla de que la cultura también es parte de una expresión viva... ¡Vaya, intuyo un fan de Dylan…! Como toda mi generación, fui tocado por varios factores, uno de ellos él. Y, además, debemos recordar que en el origen de la literatura, que hoy se identifica básicamente con la novela y, acaso un poco más con la poesía, está el discurso del líder de la tribu, está el canto y está también la poesía. La oralidad, en suma… Sí. En nuestros países, La ciudad letrada de la que hablaba Angel Rama (escritor uruguayo), es una pequeña ciudad letrada rodeada de un inmenso hinterland agrario, ágrafo y oral. Y mientras la cultura escrita predominaba, se estableció una relación de dominio, pero apareció el cine y, luego, la televisión, y a la cultura escrita se le agregó la cultura de la imagen. Y de facto esa cultura ha establecido una alianza con la cultura oral y ágrafa. Alianza a veces peligrosa... Por supuesto. La cultura escrita ha quedado un poco arrinconada, yo diría que injustamente. Un ejemplo un poco tonto, que me toca en parte: la referencia que hacen algunos intelectuales, no todos, a los opinólogos… Usted ha sido opinólogo mucho tiempo… Sí. Y en la palabra opinólogo hay un retintín de desprecio que, en el fondo, es: yo he estudiado más que tú, pero tú, porque sabes comunicar, tienes más importancia en los medios. Pero si uno piensa en el larguísimo plazo, este ascenso de los opinólogos, muchas veces injustificado, ¿no es en el fondo una venganza de los cantores, de los oradores, de los poetas del mundo antiguo? Es la explicación más enrevesada, pero lógica, de la oralidad sobre la academia… (Risas) Claro, ¿pero por qué? Porque aparece este mundo de la imagen, que se comunica con el enorme espacio oral y ágrafo de nuestros países y se construye una esfera pública donde la virtud predominante es la comunicación. Hay intelectuales que saben comunicar y hay otros que no, y a los cuales el desprecio por la multitud se les nota en la cara. Una de las papas calientes de su gestión es el tema de la construcción del MUNA (Museo Nacional) en Pachacámac y usted dice que no darán marcha atrás… No se dará marcha atrás en que el Perú necesita un museo nacional a la altura de su patrimonio cultural. En eso estamos de acuerdo todos los que participamos en esta discusión y ojalá para el 2021, año del bicentenario, el Perú tenga un museo a la altura de su patrimonio. Pero el debate es en torno a que sea en Pachacámac. Eso es lo que está en discusión. Tenemos un proyecto heredado de la gestión anterior que coloca el museo en Pachacámac. Hay un contrato con Unops, que, a su vez, convocó a un concurso y ha hecho un contrato con la empresa ganadora que está desarrollando tareas muy preliminares. Lo he podido ver en un viaje en helicóptero hace unos días: no se ha horadado Pachacámac… ¿No es, como dice Alan García, que están destruyendo la ciudadela de Pachacámac? Sería bueno que, en una discusión sobre este tema tan complejo, todos tengamos la información suficiente para poder enfrentar las cosas de manera más racional. Ese hueco ya existía desde 1952 y se fue haciendo a lo largo de las siguientes dos décadas. La discusión es muy intensa. Hay gente que defiende Pachacámac y hay quienes atacan con fuerza y dicen que hacer el museo ahí tiene varios problemas… La distancia en principio... Claro, la distancia, la humedad, la salinidad, el hecho de que se pueda afectar más aún el patrimonio visual que significa esa área, el que debamos gastar mucho dinero en una obra que va a ser construida bajo tierra. Tenemos un tiempo por delante, no mucho, para tomar una decisión, pero lo que sí te puedo garantizar es que estamos escuchando a todos. Pronto tendremos un punto de vista y, con él, iremos construyendo el consenso para que una obra tan importante sea motivo de concordia, de celebración, y no de discordia. El otro tema polémico de su gestión es la renuncia del director de la Biblioteca Nacional, Ramón Mujica. Él lo acusa de no apoyarlo en su lucha contra el robo de libros… Tú sabes que en estas cosas nunca hay “la” verdad, siempre hay “las” verdades. Solo te puedo decir, primero, que lamento que haya renunciado y no es pose. Y lo lamento, porque yo convine, tanto con el director de la Biblioteca Nacional, como con la jefa del Archivo General de la Nación, en que antes de tomar decisiones sustantivas sobre políticas y sobre conductores de esas políticas, teníamos que hacer una evaluación. Antes de su ratificación… O de la rectificación. En el caso de la Biblioteca, teníamos seis años de una gestión que ha atravesado tres gobiernos. Entonces tú necesitas evaluar, máxime cuando se dice públicamente: Se me siguen perdiendo los libros y sigo perdiendo los juicios. Bueno, yo, como responsable del sector, tengo que tomar nota y preguntarme por qué. Y por eso pacté unas comisiones, no de intervención, no de sustitución, sino de evaluación, con los miembros jefes de esas comisiones. En el caso del Archivo General de la Nación, su jefa está presidiendo la comisión. Mujica vio la comisión más bien como una desautorización… Yo no sé por qué lo que en el Archivo General de la Nación es un acto normal, de toma de cuentas, en el otro espacio se convierte en un golpe de Estado. Lamento que así se sienta, pero en lo que no voy a cejar es en mi responsabilidad, que es defender el patrimonio cultural de la nación, que incluye nuestros libros y archivos. Mujica ha dicho que usted no es un hombre de cultura sino de política. ¿Eso lo describe? Yo prefiero no argumentar. Mi biografía incluye también un paso por la Unesco, que no fue menor. Incluye haber publicado diez o doce libros. Es decir, reducir mi biografía a mis últimos dos años de opinólogo no sé si es un favor o un demérito (risas). De opinólogo a ejercer un cargo burocrático, ¿es más difícil opinar libremente? Ah, yo era durante los últimos 20 o 30 años de mi vida un llanero solitario.Expresaba mi opinión con absoluta libertad, sin medir o cuidar consecuencias de lo que yo decía, porque, finalmente, yo no era parte de un equipo. Hoy soy parte de un equipo de gobierno… Pero fue muy crítico del presidente Kuczynski antes de que este asumiera el mando… Y una de las razones por las que él me llamó la primera vez es porque yo había expresado unas observaciones críticas a su campaña electoral, y me invitó para que le explicara por qué decía lo que decía. Fue ahí que nos conocimos propiamente. Ahora, que yo sea un político, ¿qué tiene de malo? Al Perú le faltan políticos. Y se dice que al Presidente le faltan políticos en su entorno. No estamos reproduciendo, como deberíamos, una elite política en el país. Por otro lado, ¿qué hay más político que luchar contra la discriminación, que decirle a los peruanos de origen cholo, indígena, “ustedes son iguales a todos los demás”? ¿Qué hay más político que la cultura, cuando es vista como la expresión de la vida de nuestra gente? Usted pasó de militante juvenil de Trinchera Roja a ministro de un gobierno de derecha. ¿Cómo se fue dando esa evolución? Primero, no creo que el gobierno sea de derecha, sino de centro derecha, en donde hay alguna gente de centroizquierda, como yo. Además, fui militante de izquierda hace más de tres décadas y, sin embargo, sigo fiel a mis sueños de juventud: sigo creyendo que la justicia es un valor, que debe haber mucha más igualdad, que los orígenes étnico-sociales de la gente no tienen que ser una tara ni una maldición, y que se tiene que vivir nuestra diversidad con orgullo y con fiesta ¿Qué lo alejó de la izquierda? Yo dejé, sobre eso, un libro que se llamó Izquierda y Democracia. En el proceso de mi militancia, fui observando que la izquierda tenía enormes dificultades para asimilar el tema de la democracia. Hoy mismo, vemos cómo se dice “Venezuela” y eso se atraganta en la garganta. ¿Venezuela es el talón de Aquiles de nuestra izquierda? Cuando observo Venezuela, no puedo dejar de identificarme con los chicos que pelean contra un gobierno autoritario y dictatorial. Yo empecé mi vida política peleándome contra un gobierno autoritario, dictatorial. Entonces, una de las razones por las que fui tomando distancia es porque veía que el pensamiento de la izquierda tenía dificultades para asumir a plenitud la democracia como un horizonte utópico.