Por: Renato Arana Conde (*),La miss Perú 2015 y ahora youtuber, Laura Spoya, visita una tienda gringa que vende artículos medicinales derivados de la marihuana. Acerca a su nariz un puñado de hierba deshidratada, pregunta a la vendedora “¿puedo probar?” y con mirada cómplice se dirige a la cámara. ¿En dónde radica su complicidad? Yo no lo sé. No soy tan malicioso. Su video, emitido el martes, está repleto a alusiones a ponerse high por entregarse a las bondades de estos productos, reforzando más los infantiles prejuicios sobre el consumo recreativo del cannabis, camuflado con fines terapéuticos. Esos mismos prejuicios utilizó, en diciembre último, el impresentable congresista Bienvenido Ramírez (antes de ser avenger) cuando aseguró —durante la sesión de la Comisión de Salud para aprobar la iniciativa legislativa, a fin de permitir su uso terapéutico— que sería ‘abrirle las puertas al narcotráfico’. Afirmaciones similares, fruto de la desinformación, se repitieron en las redes sociales cuando el tema ardía. Un par de meses antes de los berrinches de Ramírez, figuras mediáticas, como Carlos Alcántara, acudieron al Congreso para pedir la aprobación de aquel proyecto de ley y los medios de comunicación aplaudieron sus testimonios de vida sin reparar que esta iniciativa legislativa solo beneficiaría a las grandes empresas farmacéuticas… y, como los personajes de la pantalla tienen la posibilidad de pagar los costosos productos procesados, se olvidaron del otro grupo de afectados. El otro grupo son las familias que, ante las limitaciones económicas, deben autocultivar marihuana y procesarla para extraer el aceite con el cual aplacar las dolencias de sus seres queridos. Sin embargo, de acuerdo a la ley (artículo 4), corren el riesgo de que el Estado los procese penalmente debido a su actividad. Este grupo se verá atado de manos y forzado a pagarles a las farmacéuticas hasta 500 dólares mensual por tratamiento. ¿Usted podría costearlo, cuando el sueldo mínimo equivale a 930 soles? ¿Es un imposible o un peligro darle carta libre a estas familias? Claro que no. No se prestaría al tráfico ilícito. Si el Estado es tan suspicaz, podría tranquilamente otorgarles un pequeño terreno para que puedan cultivar y procesar la marihuana, llevando holgadamente un control de la producción. Es lo mínimo que podría ofrecerles, ya que no se come el pleito con los grandes laboratorios. ¿Quién habla de esto? Pocos… y, para colmo, se informa a medias. Sería bueno alcanzarle esto a Spoya para que deje de confundir a su más de 1 millón 400 mil seguidores en Facebook. Quizá estamos siendo muy duros con la muchacha, exigiéndole que ofrezca contenido de valor a su canal caracterizado por videos de temáticas vacías. Pero hay una responsabilidad —la de no frivolizar un tema tan delicado— cuando arreas un montón de borregos. (*) Periodista.